22 marzo 2007

Porque Madrid lo vale

"LAVAPIÉS NO PASA". No te olvides.
http://www.elpais.com/articulo/madrid/Lavapies/Viernes/23/marzo/1400/elpepuespmad/20070324elpmad_1/Tes
Ante la situación de abandono y degradación que sufre Lavapiés, los habitantes del barrio hemos convocado un encuentro vecinal el próximo sábado 24 de marzo, a las 7 de la tarde, en la plaza de Lavapiés, para denunciar los niveles de delincuencia, violencia y suciedad que sufrimos en nuestro entorno.
Los vecinos llamamos la atención sobre el mercado de droga que hay instalado impunemente en nuestros portales. Denunciamos que un grupo de traficantes se ha apoderado de varias aceras de nuestro barrio, donde trapichean de viva voz, a cualquier hora del día, con todo tipo de estupefacientes, amedrentando a los vecinos y a los viandantes. Asociado a ese mercado ilícito, en estas zonas del barrio se han disparado los casos de robos, asaltos y vandalismo. Se da la circunstancia de que muchos de los vendedores de droga son menores de edad, que muestran señales de encontrarse bajo los efectos de estupefacientes.
Los vecinos estamos hartos de llamar a los servicios sociales para que se hagan cargo de estos menores, y de avisar al 091 para denunciar la delincuencia que hay en nuestras calles, pero creemos que la atención que los servicios sociales y la policía no es la adecuada a la problemática que tenemos planteada.
Asimismo, los vecinos alertamos de los insoportables niveles de suciedad y deterioro que muestran muchas de nuestras calles y plazas. El servicio de riego de la vía pública apenas se ejecuta, los orines se acumulan en las esquinas, los carteles y las pintadas no se limpian durante meses, los bolardos no se respetan y una minoría incívica e insolidaria se apodera de los bancos de nuestras plazas, convirtiéndolos en vertederos de botellas y basura ante la pasividad de los servicios públicos. Los vecinos de Lavapiés amamos nuestro barrio y deseamos que recupere la vida ciudadana, el uso residencial y la actividad comercial de barrio tradicional que tuvo en el pasado. Queremos un Lavapiés limpio, seguro, libre, culturalmente diverso y de convivencia. Si tú también quieres que Lavapiés sea así, no pases del barrio.

Publicamos esta convocatoria no sólo como muestra de apoyo a los vecinos de Lapaviés ante la precaria situación en que se encuentra, sino para hacernos eco de un problema que acucia a otros barrios de Madrid en los cuales puede haber personas interesadas en denunciar y mejorar su entorno de una forma activa, y a quienes esta iniciativa puede servir de ayuda.

20 marzo 2007

La buena estrella

Entre las producciones y proyectos originales seleccionados recientemente por diferentes jurados cinematográficos, mención especial para:
"El Momento Justo", de Gonzalo Visedo, recientemente seleccionado como el mejor guión original en el II Encuentro Profesional de Productores y Guionistas de Cortometraje de la Comunidad de Madrid.
"Shevernatze. Un ángel corrupto”, coproducida por Hugo Serra, recientemente seleccionada para concurso en el Festival de Cine de Málaga.
Nuestra más sincera enhorabuena a los dos y que siga la racha. Ya sabéis, como diría García Tola...

Mándanos tu viaje a cajoneradesastre@yahoo.com. Abstenerse de enviar viajes astrales u otros producidos por sustancias estupefacientes.

“MITSUBISHI EXPRESS”, por Waingro
El día había comenzado casi como cualquier otro en esa parte del mundo. El sol, como un tirano madrugador, se expresaba con violencia desde bastante antes del mediodía. Me encontraba en la extraña y remota Alice Springs, en el rojo e inhóspito corazón de Australia. Atrás quedaban tres días intensos vividos junto a veinte japoneses, un australiano loco y varios europeos de piel lechosa. Juntos habíamos recorrido el Red Centre en busca de sus maravillas, especialmente el alucinante Uluru, el mayor monolito del planeta, una presencia como venida de otro mundo cuya gigantesca magnificencia me pareció el mejor bálsamo contra el ego que pueda imaginarse. Ante Uluru, llegué a la conclusión de que el silencio es el mejor testigo de la belleza.

Ahora tenía que encontrar la forma de recorrer los 1.500 kilómetros que me separaban de Darwin, en la costa norte. A bordo de una vieja furgoneta Mitsubishi ornamentada con chillones motivos aborígenes, como unos hippies australes, emprendimos camino al amanecer. La Stuart Highway, la única carretera asfaltada que cruza Australia de norte a sur, se extendía ante nosotros como una alfombra infinita. Nuestra primera parada fue el desolado Tennant Creek. Grupos de aborígenes, alcoholizados unos y andrajosos los más, se acercaban a nosotros en busca de monedas o una cerveza.
Conducir por las carreteras del Outback o desierto australiano es una experiencia zoológica, cinegética y funeraria a partes iguales. Cadáveres de canguros y wallabies (canguros de corta alzada ) despanzurrados tapizando el alquitrán, camellos salvajes, vacas y burros silvestres, lagartos de más de un metro cruzando parsimoniosos, enormes rapaces dando cuenta de sanguinolentos restos animales en medio del asfalto. Son imágenes habituales de unas carreteras interminables que parecen llevar al fin del mundo. Puedes conducir durante una hora y cruzarte sólo con un par de coches. Este es el territorio de los road trains, los apabullantes camiones de hasta cinco trailers. Semejante fauna hace aconsejable no conducir a partir del atardecer, cuando los rigores del calor amainan y todo tipo de criaturas invaden la calzada, convirtiendo una prosaica vía de tránsito en fecundo campo de tiro.
Australia es, por momentos, un trozo de África en Occidente y viceversa. Aquí, como en el continente negro, la naturaleza parece haberse salido de madre. En esto pensaba mientras pasábamos frente a enormes termiteros de más de dos metros de alto a ambos lados de la carretera. Podía sentir la presencia de arañas que serían inquilinas ideales de nuestra peor pesadilla. Diez de las quince serpientes más venenosas del mundo campan por aquí. Por fortuna, ninguna de estas criaturas decidió visitarnos en tantas noches dormidas al raso en medio del silencio más absoluto. Mientras los kilómetros iban cayendo, la carretera nos recompensaba, como si fuera un maná bendito, con remansos de agua en medio del desierto implacable. Lugares como la semipantanosa y a ratos exuberante Bitter Creek o la increíble Gunlom Falls, con sus privilegiadas piscinas naturales con vistas sobre un inmenso valle. También el hombre había hecho su contribución a esta labor de refresco. Vayas donde vayas, por mucho que te adentres en los confines perdidos del Outback, siempre encontrarás un pub si las gargantas de cuatro lugareños así se lo han propuesto. Tanto es así que el pub, esencia íntima y británica de los australianos, es, en algunos lugares, la atracción turística más visitada, al estilo de una Meca mundana, recomendada incluso en las guía más habituales y convertida a menudo en punto de encuentro de trotamundos de todo pelaje. Caía la noche cuando llegamos al posiblemente más estrafalario de todos ellos, el de Daly Waters, unos 200 kilómetros al sur de Katherine, un lugar literalmente forrado con los objetos más variopintos dejados allí por generaciones de viajeros. Después de varias jornadas de viaje, según se acercaba el verano y con él el insoportable trópico, alcanzamos por fin el parque nacional de Kakadu, ya fuera del Outback. La humedad desaconsejaba seguir hacia el norte, pero, como aves migratorias a la inversa, nuestra vista estaba fijada en Darwin. El aroma a mango, que impregna muchos de sus rincones, nos recibió mientras la vieja Mitsubishi enfilaba sus calles semidesiertas. El Índico, paradisíaco y evocador, fue testigo de nuestro descanso durante los días siguientes, entre sesiones de cine al aire libre bajo un cielo de palmeras y paseos por el delicado Bicentennial Park. El viaje continuó hacia las tierras lejanas y vírgenes del oeste, hacia los territorios en que el turista, con su casi total ausencia, embellece paisajes de por sí arrebatadores. Pero esa, necesariamente, es ya otra historia.

TURQUIA, por el sabio de Sacedón
Merhaba! Desconozco por qué entre los españoles hay tanta afición a los viajes organizados, esos de guía, grupo, itinerario y horarios pactados de antemano. Cualquiera que sea la causa, estas líneas sólo pretenden informar a quien pretenda viajar por su cuenta por si sirviera de alguna ayuda.
ESTAMBUL. Turquía es un país musulmán de fuerte influencia occidental. Y comercial añadiría. Llama la atención la vocación de tenderete tan arraigada del país, que se refleja en el estilo de los turcos, muy corteses, tranquilos y dispuestos a hablar o ayudar a los turistas. Estambul es ligeramente más caro que el resto, en un país bastante asequible en general gracias al cambio de divisa. Es recomendable sondear los precios antes de comprometerse en restaurantes o comercios, aunque los turcos tienen esa rara habilidad de envolverte en sus sugerencias y frecuentemente te acabas abandonando al sabio proverbio “from lost to the river”. Algo que te va a llamar la atención aunque vayas avisado es la brutal densidad de población. Si cruzas el puente de Galata hacia la orilla asiática, en la zona comercial de lo que fue Pera, puedes hacer fotos de auténticas riadas humanas que harían parecer un desierto la calle Preciados en un día animado. Kumpaki nos pareció una turistada evitable. Es un lugar lleno de restaurantes apelotonados en los que las urgencias en la atención y la calidad de la comida no tienen nada que ver con el disfrute de lugares con encanto. Nos gustó más para cenar Ortako, en la zona de Besitkas. Se puede llegar caminando (por el palacio Dolmabache), en tranvía, ferry o incluso taxi (muy baratos en Turquía). La comida es aceptable (siempre en la tónica de los lugares populosos) pero hay terrazas agradables de diferentes ambientes al lado del Bósforo. Al atardecer, decidimos abandonar de la ciudad que disfrutaron grandes viajeros, como Chateaubriand, Gautier, Jan Potocki o Goytisolo.
CAPADOCIA. Decidimos apearnos en Göreme mejor que en Nevsehir, que resultó ser un pueblo que parecía un escenario de cuento, enclavado en una hondonada. Las cuevas se alternan con ondulaciones del terreno, en forma de cilindros con penacho, producto de la peculiaridad del terreno y la erosión. La Capadocia como todo desierto, transmite esa sensación de aridez, desolación y lejanía. Aún así, contiene legados mágicos, debido a que es muy fácil excavar el terreno. Göreme tiene una amplia oferta de restaurantes y la frecuencia de autobuses que cubre cualquier ruta es aceptable, pero también se pueden alquilar vehículos, incluyendo bicicletas o quads.
SIDE. Side es un lugar muy recomendable, con bastante turismo alemán y no masificado. El pueblo forma una pequeña península. A un lado hay una gran playa de arena con tumbonas, algún chiringuito y no demasiada gente. Al otro lado, junto a restaurantes céntricos, hay plataformas para meterse al agua y nadar junto a tortugas gigantes que vienen a alimentarse de las algas. Hay también ruinas interesantes, con restos de coliseo y ágora en bastante buen estado donde se celebran acontecimientos culturales.
ANTALYA. Al atardecer del día siguiente, de camino a Olympos, hicimos escala en Antalya. Nos tuvimos que alojar en un hotel de carretera junto a la estación de autobús, caro e inhóspito, ya que Antalya es un pueblo enorme y sin excesivo encanto. Uno de esos lugares fofos que tristemente proliferan por la costa española.
KAS. Ponderando todos los factores, señalaría a Kas como mi lugar favorito. Kas no ha perdido su esencia de encantador pueblo pesquero. Se puede tomar pescado fresco a precios bastante moderados y, como en todo el país, los horarios de atención son a discreción del público. Además en Kas los propietarios de los negocios no agobian al turista, simplemente son solícitos y esperan a que el turista tome la iniciativa de acercarse.
FETHIYE. Paramos aquí por recomendación, que resultó más bien fallida. Es un pueblo grande y muy turístico donde el caos y decadencia turcos obran a placer. Sin embargo para viajeros que quieran recuperar sus maltrechas finanzas a estas alturas del viaje es una opción no desdeñable. Para pasar el día es recomendable ir a las playas de OLUDENIZ. Se puede llegar utilizando la red de camionetas que te recogen en cualquier punto de la calle.
DALYAN. Es un encantador pueblecito de comercios y restaurantes tranquilos donde predomina el turismo británico y holandés. A un costado del pueblo fluye el río en cuyo puerto es posible embarcarse cada media hora en dirección a la playa de las tortugas. No vimos ninguna cuando nadamos por allí, pero la playa de ocho kilómetros de longitud, de arena y agua cristalina, es muy golosa. En una de las últimas mañanas del viaje fuimos a KUSADASI, una mole insípida y atestada de turismo familiar, así que seguimos el consejo de la empleada de información turística y volvimos a Selcuk para visitar EFESO a la mañana siguiente. A quien le sobre tiempo puede coger la furgoneta que frecuentemente cubre el trayecto Selcuk-Efeso-Kusadasi y pararse en la playa o donde prefiera. Selcuk es ideal para alojarse en la zona pero aburrido. Tiene un agradecido paseo por la colina donde se pueden visitar iglesia, castillo y jardines. De Efeso no añadiré nada que no se pueda encontrar en las guías. Para creyentes y curiosos recomendar la ascensión a la basílica de la virgen María, que no está cubierta por el transportes públicos, pero se puede negociar la visita a buen precio con cualquier taxista. Quien haya leído que el templo de Artemisa fue una de las siete maravillas de la antigüedad, que no pierda mucho tiempo en llegar. Se han llevado todo al museo, dejando tan sólo una estoica columna.