21 febrero 2008

Sí quiero

Normalmente me aburren los debates políticos. Sin embargo, el debate de esta noche entre los señores Solbes y Pizarro me ha hecho disfrutar, para mi sorpresa, de un discurso cargado de datos, macromagnitudes y diferenciales de toda índole. Me preguntaba el porqué, tratándose de temas tan aparentemente aburridos y sesudos, y creo que lo que me ha conquistado ha sido la moderación de los dos contrincantes en un debate cargado de contenido para discutir un tema tan importante como es la futura prosperidad o emprobrecimiento de 45 millones de personas.
Sin embargo, la inusitada falta de crispación entre los oponentes puso automáticamente de manifiesto a quiénes les debemos los altos niveles de disensión interna y tensión política que se están viviendo estos días.
Por un minuto tuve la sensación de estar dispuesta a ser gobernada bajo las directrices de cualquiera de ellos, pues, como todos sabemos, la mayor o menor gobernabilidad del país dependerá, entre otras contingencias, de la confianza y evolución de los mercados exteriores así como del consenso interno que se logre entre las diferentes Comunidades Autónomas. Es precisamente esto último lo que me preocupa, habida cuenta que ciertos factores externos (tipos de interés, financiación procedente del exterior) están relativamente fuera de nuestro control.
La casi segura falta de una mayoría absoluta en las urnas dejará al próximo Gobierno en manos de varios grupos parlamentarios cuyo poder para la toma de decisiones les hará tan responsables de los resultados como al propio Gobierno. Y yo me pregunto si están preparados para ello. Si son conscientes de la trascendencia de sus decisiones más allá de los límites territoriales de las Comunidades Autónomas a las que representan. Esta noche se ha hablado mucho de competitividad pero, ¿cómo ser competitivos y progresar en una dirección si cada uno tira hacia un lado? ¿Es posible llevar un barco a buen puerto en estas condiciones?
Pues bien, como en tantas otras ocasiones, la respuesta nos la dará el tiempo. Entonces podremos comprobar si la famosa conciencia democrática ha crecido junto con la responsabilidad solidaria que un gobierno compartido implica, o si, por el contrario, seguimos a merced de cierta vampirización del modelo democrático cuya progresiva radicalización impide avanzar al conjunto.
Año del Señor 2008, vivan los debates como el de esta noche manejados dentro de un clima de respeto y cordura, porque uno tiene la impresión de que eso puede ser lo que llaman Democracia. En las urnas se decidirá el ganador, y ojalá que quien gobierne pueda llevar a cabo su programa sin supeditarse completamente al de otros. Ya nos encargaremos los ciudadanos de dar el premio limón o naranja dentro de otros cuatro años.

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