26 enero 2010

"Reporteros de guerra, de diseño y de los otros"

Por Rosa María Artal
Jacobo G. García, enviado especial de El Mundo a Haití, plantea hoy un curioso debate de mayor trascendencia de la que parece. En un artículo titulado “Periodistas ¿o hijos de papá?” se plantea algunas de estas cuestiones: “¿Se puede llegar a un terremoto con maleta de ruedas? Sí. ¿Puede una revista que dedica su última portada a los maquillajes más sorprendentes y a las joyas que vienen para este año enviar a un periodista para la cobertura? Sí. ¿Puede llegar alguien a la zona más devastada del planeta sin agua, comida ni un teléfono en condiciones? Sí. ¿Puede la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo) llevar a más de veinte periodistas dentro de un avión de emergencias? Sí. ¿Puede un periodista ponerse a llorar cagado de miedo nada más poner un pie en Puerto Príncipe al verse rodeado de negros? Sí, y ¿puede el ministro de Exteriores buscarles casa a todos los periodistas para que trabajen con «plena seguridad” cuando sólo ayer hubo tres réplicas y ni la policía ha sido capaz hasta ahora de tomar el control de las calles? Sí, y no sólo eso si no que Juan Pablo De Laiglesia, secretario de Estado para Iberoamérica, tuvo que perder un día entero en cumplir la orden del ministro, en medio de un desastre de estas dimensiones. Y además de todo eso incluyan ustedes a una estrella de la televisión nacional convertida en la mayor mosca cojonera de cuantos han pasado por ahí”.
En efecto, no he dejado de preguntarme estos días qué diablos hacían tantos periodistas en Haití. Es algo que suele sorprenderme con frecuencia ¿de verdad hacen falta tantas versiones distintas del mismo hecho que, por cierto, terminan siendo tan sumamente parecidas? Por ejemplo, Haití no es sólo Puerto Príncipe. Me pareció encomiable por tanto ver a Antonio Parreño, de TVE, salir a informar al menos sobre un barrio del extrarradio. Esa multitud de periodistas, nos brinda sin embargo la posibilidad de hacer un ejercicio de percepción psicológica. Distinguimos entre la multitud a los carroñeros, a los serios y más discretos, e incluso a quien va allá a lucirse, haciendo una información, trivial, manipulada y errónea, pero, a ser posible, desde la retaguardia de la República Dominicana no vaya a ser que el polvo contamine el look neoyorquino. El universo de los periodistas es una fauna muy interesante de analizar.
El artículo de El Mundo que, comenzaba tan acertadamente, concluye en tópico, según mi criterio. Remite a un texto del inefable Arturo Pérez Reverte (rambito, como le llamábamos en TVE). En él se mitifica –por simular trivializarlo- el papel de un cierto periodismo que venía a ser englobado en el epígrafe “reporteros de guerra”. Osado, macho, matón, que (aparentemente), se arriesga sin motivo, desapegado de la vida por mor de la información ¿sí? Resulta curioso que Pérez Reverte vilipendiara en uno de sus libros a Ángela Rodicio –“la niña Rodicio”, la llamaba- que, sin dar un ruido mediático, se plantó en Bagdad en la primera guerra del Golfo (junto a sus compañeros tras la cámara que siempre permanecen ocultos al público). Ahí sí que se hacían necesarios… «un par de coj…”
Ni lo uno ni lo otro. Ni la maleta de Vuitton para ir a un terremoto, ni la granada en la boca… cuando está delante la cámara. Cada año mueren periodistas por informar, o son secuestrados, censurados, agredidos. Éstos son los datos de 2009, por ejemplo (Y no deberían ser gajes del oficio como afirma Pérez Reverte). Apenas habremos sabido de ellos, pero han sufrido en su integridad la mala costumbre de matar al mensajero. Y ésa es una realidad que coexiste con otras.
La de periodista -con la de profesional de la justicia- es la profesión menos valorada por los españoles. Pagamos el ser reconocidos por la baba y la mierda que flota en la superficie del saco en el que todos entramos. La audiencia considera “periodistas” a los cotillas que husmean en los fluidos vitales, y, también, a los carroñeros, a los frívolos y a los artistas circenses de la pretendida información seria. Y hay una labor mucho más fecunda de hormiga en el día a día.
Existen nuevas generaciones de periodistas en las que todavía late el espíritu de la información como servicio a la sociedad. Quizás soñaron también con ser reporteros “de guerra” (aunque ya para muchos aspirantes el ideal sea el “periodismo” rosa, que da más dinero y notoriedad, o mejor, más notoriedad y por tanto más dinero). A muchos periodistas genuinos, la masificación y los intereses empresariales les abocan a no poder abrir la boca en las declaraciones de los políticos que no quieren contestar (mal llamadas “ruedas de prensa”), a tratar de horadar cada día un hueco en el cemento con un mensaje que cale en los destinatarios, tratando de que sean más libres.
Sí, las noticias sobre Haití han vuelto a demostrar que quizás hay demasiados periodistas, como hay demasiados comerciantes, fabricantes de coches y de ropa. En todo caso, habrá que usar periscopio para guiarse en las turbias aguas de la superabundancia indiscriminada, porque, en ese mar revuelto, sigue habiendo donde informarse.
http://rosamariaartal.wordpress.com/2010/01/22/reporteros-de-guerra-de-diseno-y-de-los-otros/

No hay comentarios: