14 enero 2008

Unos se van, otros llegan

C'est la vie. Un adelanto de lo que promete ser un interesante relato por entregas de otro gran escritor, Óscar Blanco.

"Un solitario llamado Solentiname", por OBA
En Nicaragua, un país más bien pequeño, se encuentra el segundo lago más grande de América Latina. Si consideramos el Maracaibo, de extensión superior, no como un lago propiamente dicho sino como un golfo de agua salada que se adentra en el continente desde la costa venezolana, sólo el Titicaca, en la frontera entre Perú y Bolivia, puede disputarle al gran Lago de Nicaragua el trono de mayor lago de esta parte del mundo.

Con la vastedad de sus 8.624 kilómetros cuadrados, este inmenso cúmulo de agua fresca que en lengua indígena nahuatl recibe el nombre de Cocibolca o “mar dulce”, ocupa una quinceava parte del territorio del país. Por extraño que parezca, sólo un barco lo atraviesa a lo largo de los más de 150 kilómetros que separan Granada, su puerto más septentrional, y San Carlos, en el extremo sur. Su nombre es Solentiname y fue nuestro hogar durante una singladura de más de 16 horas. La idea era llegar al remoto pueblo de El Castillo, ya en le frontera con Costa Rica y a tiro de piedra del Caribe, intentando evitar los temibles 220 kilómetros de viaje por tierra desde Granada, con su promesa de riñones rotos y paciencia dinamitada, pero poco a poco atravesar este mar interior se convirtió en un objetivo en sí mismo.
La travesía comenzó a las 3 de la tarde de un día borrascoso. Empezaba a chispear cuando enfilamos el muelle en cuyo extremo se encontraba atracado nuestro particular llanero solitario [...]

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